
Primer Libro Clásico (Ta-Hio o Gran
Ciencia) atribuido al nieto de Kung-Tse esta dedicado a los conocimientos propios de la
madurez.
Segundo Libro Clásico (Chung-Yung o Doctrina del Medio) trata de las reglas de conducta
humana, del ejemplo de los buenos monarcas y la justicia de los gobiernos.
Tercer Libro Clásico (Lun-Yu o Comentarios filosóficos) conocido como Analectas, resume
de forma dialogada lo esencial de la doctrina de Kung-Tse.
Cuarto Libro Clásico (Meng-Tse o Libro de Mencio) compuesto por su seguidor, que vivió
entre los años 371 y 289 a. C
Primer Libro Clásico
Es preciso conocer el fin hacia el que debemos dirigir nuestras acciones.
En cuanto conozcamos la esencia de todas las cosas, habremos alcanzado el estado de
perfección que nos habíamos propuesto.
Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de mejorar y corregir su
propio ser.
¿No sería más eficaz lograr que fueran innecesarios los juicios?, ¿No resultaría más
provechoso dirigir nuestros esfuerzos a la eliminación de las inclinaciones perversas de
los hombres?
Para conseguir que nuestras intenciones sean rectas y sinceras debemos actuar de acuerdo
con nuestras inclinaciones naturales.
Cuando el alma se haya agitada por la cólera, carece de esta fortaleza; cuando el alma se
halla cohibida por el temor, carece de esta fortaleza; cuando el alma se halla embriagada
por el placer, no puede mantenerse fuerte; cuando el alma se halla abrumada por el dolor,
tampoco puede alcanzar esta fortaleza. Cuando nuestro espíritu se haya turbado por
cualquier motivo, miramos y no vemos, escuchamos y no oímos, comemos y no saboreamos.
Raras veces los hombres reconocen los defectos de aquellos a quienes aman, y no
acostumbran tampoco a valorar las virtudes de aquellos a quienes odian.
Lo que desapruebes de tus superiores, no lo prácticas con tus subordinados, ni lo que
desapruebes de tus subordinados debes practicarlo con tus superiores. Lo que desapruebes
de quienes te han precedido no lo practiques con los que te siguen, y lo que desapruebes
de quienes te siguen no lo hagas a los que están delante de ti.
No dar importancia a lo principal, es decir, al cultivo de la inteligencia y del
carácter, y buscar sólo lo accesorio, es decir, las riquezas, sólo puede dar lugar a la
perversión de los sentimientos del pueblo, el cual también valorara únicamente las
riquezas y se entregará sin freno al robo y al saqueo.
Si el príncipe utiliza las rentas públicas para aumentar su riqueza personal, el pueblo
imitará este ejemplo y dará rienda suelta a sus más perversas inclinaciones; si, por el
contrario, el príncipe utiliza las rentas públicas para el bien del pueblo, éste se le
mostrará sumiso y se mantendrá en orden.
Si el príncipe o los magistrados promulgan leyes o decretos injustos, el pueblo no los
cumplirá y se opondrá a su ejecución por medios violentos y también injustos. Quienes
adquieran riquezas por medios violentos e injustos del mismo modo las perderán por medios
violentos e injustos.
Sólo hay un medio de acrecentar las rentas públicas de un reino: que sean muchos los que
produzcan y pocos los que disipen, que se trabaje mucho y que se gaste con moderación. Si
todo el pueblo obra así, las ganancias serán siempre suficientes.
Segundo Libro Clásico
La situación en que nos hallamos cuando
todavía no se han desarrollado en nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la
tristeza, se denomina "centro". En cuanto empiezan a desarrollarse tales
pasiones sin sobrepasar cierto límite, nos hallamos en un estado denominado
"armónico" o "equilibrado". El camino recto del universo es el
centro, la armonía es su ley universal y constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo grado de perfección, la paz y el
orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos los seres alcanzan su total desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentre se adapta a
ellas con tal de mantenerse siempre en el centro. En cuanto conseguía una nueva virtud,
se apegaba a ella, la perfeccionaba en su interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel a la práctica del bien, aunque
el país se hay carente de leyes y sufra una deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos buscarla en nuestro interior. No es
verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre, es decir, la que no
deriva directamente de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no hace a sus semejantes lo
que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la rectitud de corazón y cumple la
norma de conducta moral que la propia naturaleza racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante de las buenas obras, cuando
han alcanzado su prado máximo de perfección, producen óptimos resultados; del mismo
modo, el fiel cumplimiento del deber dará lugar a beneficios sin límite, siendo su causa
unas fuerzas de naturaleza sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres facultades para practicarlos. Estos
deberes se refieren a las cinco relaciones siguientes:
las relaciones que debe existir entre el príncipe y los súbditos,
entre el padre y sus hijos,
entre el marido y la esposa,
entre los hermanos mayores y los menores, y
entre los amigos.
El recto comportamiento en estas cinco relaciones constituye el principal deber común a
todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la observancia de nueve reglas
universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo, el respeto a los sabios, el amor
a los familiares, la consideración hacia los ministros por ser los principales
funcionarios del reino, la perfecta armonía con todos los funcionarios subalternos y con
los magistrados,
unas cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación de los consejos y
orientaciones de sabios y artistas de los que siempre debe rodearse el gobernante,la
cortesía con los transeúntes y extranjeros, y el trato honroso y benigno para con los
vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos previamente las palabras, nuestra
conversación no será vacilante ni ambigua. Si en todos nuestros negocios y empresas
determinamos y planeamos previamente las etapas de puesta actuación, conseguiremos con
facilidad el éxito. Si determinamos con la suficiente antelación nuestra norma de
conducta en esta vida, en ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por la
inquietud. Si conocemos previamente nuestros deberes, nos resultará fácil su
cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la confianza de sus
superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se enorgullece ni envanece
por ello; si su posición es humilde, no se rebela contra los ricos y poderosos. Cuando el
reino es administrado con justicia y equidad, bastará su palabra para que le sea
conferida la dignidad que merece; cuando el Reino sea mal gobernado, y se produzca
disturbios y sediciones, bastará su silencio para salvar su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se perjudican unos a otros. Todas
las leyes de los cuerpos celestes y las que regulan las estaciones se cumplen
simultáneamente sin interferirse entre sí. Las fuerzas de la naturaleza se manifiestan
tanto haciendo deslizar un débil arroyo como desplegando descomunales energías capaces
de transformar a todos los seres, y en esto consiste precisamente la grandeza del cielo y
de la tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen desapercibidas a los hombres, pero día
por día se revelan con mayor resplandor; contrariamente, el hombre inferior realiza con
ostentación las acciones virtuosas, pero se desvanecen rápidamente. La conducta del
sabio es como el agua: carece de sabor, pero a todos complace; carece de color, pero es
bella y cautivadora; carece de forma, pero se adapta con sencillez y orden a las más
variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en el lugar más secreto, nada
de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de todos; sin mostrarse cruel ni
encabezado, es temido por el pueblo más que las hachas y las lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la conversión de los pueblos.
Tercer Libro Clásico
Si el hombre sabio observa una conducta
displicente, no inspirará respeto; si se limita a estudiar, sus conocimientos no serán
profundos. Debéis ser siempre sinceros, fieles y actuar con buena fe. No entabléis
amistad con personas de virtud o conocimientos inferiores a los vuestros. Si tenéis
algún defecto, procurad corregirlo.
La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones cotidianas se fundamenta
principalmente en el respeto y comprensión hacia todos.
Se puede calificar de " hombre superior " el que primero pone en práctica sus
ideas, y después predica a los demás lo que él ya realiza.
La verdadera ciencia consiste en conocer que se sabe lo que realmente se sabe, y que se
ignora lo que en verdad se ignora. En esto consiste la verdadera sabiduría.
Aprende a escuchar sin descanso para disipar tus dudas; mire tus palabras, para que nada
de lo que digas sea superfluo; sólo de este modo lograrás evitar todo error. Obsérvalo
todo, para prevenir los daños que pudiera ocasionarte una insuficiente información.
Controla tus acciones, y así no tendrás que arrepentirte con frecuencia de ellas. En
cuanto hayas conseguido que tus palabras sean normalmente rectas, y no debas arrepentirte
con frecuencia de tus acciones, serás digno del cargo que ocupas.
Conocer lo que es justo y no practicarlo es una cobardía.
El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo discute cuando es preciso
aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el primer lugar a su antagonista vencido y
sube con él a la sala; terminada la discusión, bebe con su contrincante en señal de
paz. Estas son las únicas discusiones del hombre superior.
Los hombres ambicionan las riquezas y los honores, pero si no es posible obtenerlos por
medios honestos y rectos, deben renunciar a estos bienes. Los hombres huyen de la pobreza
y de las injurias, pero, si no pueden evitarse por caminos honestos y rectos es preciso
aceptar estos males.
Los defectos y faltas de los hombres dan a conocer su verdadera valía. Si examinamos con
atención las faltas de un hombre, llegaremos a conocer si su bondad es sincera o fingida.
Observad a los sabios para comprobar si vosotros poseéis sus virtudes. Observad también
a los perversos para meditar en vuestro interior si estáis libres de sus defectos.
Los que controlan en todo momento sus actos, raras veces se desvían del camino recto.
Una virtud nunca puede subsistir aislada; siempre ha de hallarse protegida por otras
virtudes.
El hombre prudente es parco en el hablar pero activo en el obrar
Cuando empecé a tratar con los hombres, escuchaba sus palabras y confiaba en que sus
acciones se ajustarían a las mismas. Ahora, al tratar con los hombres, escucho sus
palabras y al propio tiempo observo sus acciones.
No he conocido a ningún hombre que obrara siempre de acuerdo con sus principios. Yo no
hago a los demás lo que no quisiera que ellos hicieran conmigo.
El que sabe mantener un porte digno aun cuando se halla entre sus amigos, conseguirá que
sus más íntimos amigos sientan un gran respeto hacia él.
Lo único que yo ambiciono y deseo es no caer en la necesidad de vanagloriarme por mis
virtudes y por mi inteligencia, y no pregonar mis buenas acciones.
Un hombre digno debe ayudar a los necesitados, pero no aumentar los bienes de los ricos.
Es mejor amar la verdad que el frío conocimiento de la misma; es mejor complacerse en la
práctica de la verdad, que el simple amor hacia ella.
Estaría dispuesto a ejercer cualquier oficio si con él pudiera obtener grandes riquezas
por medios honrados; si por el contrario, para enriquecerse debiera emplear medios
deshonestos, preferiría seguir en la pobreza dedicándome a mis actividades favoritas.
No he hallado todavía ningún hombre santo; como máximo sólo he logrado conocer a
algún hombre sabio. No comprendo cómo puede haber hombres que actúen sin saber lo que
hacen.
Quienes son pródigos en exceso y se entregan al lujo, fácilmente se vuelven orgullosos.
Cuando el hombre se halla cerca de la muerte, sus palabras son sinceras y veraces.
Es posible lograr que el pueblo siga al hombre bueno, pero nunca se le podrá forzar a que
le comprenda.
En general los hombres aman más la belleza corporal que la virtud.
Cuando uno no ha alcanzado todavía la perfección en el servicio de los hombres, ¿Cómo
es posible que sea digno de servir a los espíritus?
¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida, ¿Cómo puede inquietarnos
el conocer la esencia de la muerte?
Tan malo es pasar de la medida como no alcanzarla.
En público, compórtate siempre como si estuvieras ante un personaje muy distinguido;
cuando debas dar alguna orden al pueblo, muestra el mismo respeto y dignidad como si
estuvieras ofreciendo el gran sacrificio. No quieras para los demás lo que no quisieras
para ti.
El hombre bondadoso es mesurado al hablar. El hombre noble es el que nunca sientes pesar
ni temor. Sólo el que cuando se examina en su interior no encuentra nada malo puede verse
libre de todo pesar y de todo temor.
Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha perdido la confianza en sus
gobernantes.
Buscar ante todo la rectitud de nuestras palabras, y ajustar luego nuestra conducta a
ellas. Obrar siempre de acuerdo con la justicia, para perfeccionarnos cada día en su
realización. Las inquietudes interiores provienen de desear la vida de quienes se ama,
mientras que se desea la muerte de aquellos a quienes se podía, ya que ello es como
desear al mismo tiempo la vida y la muerte de alguien. El hombre perfecto no pone su
máxima aspiración en las riquezas.
Reflexionar con calma antes de adoptar ninguna determinación, no cansarse nunca de obrar
el bien, y tratar cada asunto según convenga.
Lo primero que debe mirar el jefe es que su conducta sea sencilla, recta y justa en todo
momento; detener siempre en cuenta los consejos de los demás hombres, ha de controlar en
todo momento sus propios actos, y nunca debe mandar despóticamente.
El medio más eficaz para combatir nuestros vicios y malas inclinaciones consiste en no
combatir los vicios y malas inclinaciones de los demás antes de haber eliminado los
propios.
¿En qué consiste la bondad? En amar a todos los hombres. ¿En qué consiste la ciencia?
En conocer a los hombres. El noble no expresa nunca su parecer sobre las cosas que no
comprende. Busca la máxima precisión en sus palabras; esto es lo más importante.
Si quien gobierna no es justo, aunque ordene que se practique la justicia no será
obedecido.
Cuando el pueblo es tan numeroso, ¿Qué puede hacerse en su bien? Hacerlo rico y feliz. Y
cuando sea rico ¿Qué más puede hacerse por él? Educarlo.
Quien se controla a sí mismo y por el bien, no tendrá dificultad alguna para gobernar
con eficacia. Al que no sabe gobernarse a sí mismo, le resultará imposible ordenar la
conducta de los demás hombres.
¿Cuál es la esencia de un buen gobierno? No resolver los asuntos con precipitación y no
buscar el propio provecho.
Si todos los habitantes de nuestra aldea sienten afecto hacia un hombre, ¿Qué debemos
opinar de él? Este hecho no resulta suficiente para emitir un juicio sobre dicho hombre.
El hombre vulgar es vano y orgulloso, aun cuando su posición no sea elevada. Se halla muy
cerca de la perfección el hombre que es constante, paciente, humilde y mesurado en el
hablar.
Deben imponerse castigos cuando convenga. La fidelidad no es contraria a una justa
corrección.
El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en práctica lo que dice. El hombre
noble nunca teme que sus palabras superen a sus obras.
No debe afligirnos el que los hombres no os conozcan. Lo lamentable es que no seáis
dignos de ser conocidos por los hombres.
La prudencia aconseja no indignarse cuando los hombres nos engañan, no entristecerse
cuando son infieles. El hombre prudente prevé siempre estas eventualidades.
El que de niño no ha respetado a sus hermanos ni a sus padres, en la edad madura no ha
hecho nada provechoso, y al llegar la vejez no ha muerto, es un hombre despreciable.
¿Qué es lo más importante para alcanzar una conducta correcta? Ser sincero en todo
momento y mantener siempre la palabra dada. Procurar que aún el menor gesto refleje la
dignidad interior, y no cometer ninguna acción asombrosa. Si obras así, tu conducta
será admirada en todos los lugares, aún entre los pueblos bárbaros. Por el contrario,
si no eres sincero, si faltas a tus promesas, si tus gestos no son dignos o tus acciones
son deshonrosas, tu conducta será despreciada tanto en una ciudad de 10.000 familias como
en un villorrio de 35 vecinos.
El hombre que no medita y obra con precipitación, no podrá evitar grandes fracasos.
No he hallado a nadie que amase las virtudes con la misma intensidad con que se ama la
belleza corporal.
Sed rígidos con vosotros mismos, pero condescendientes con los demás. De este modo os
veréis libres de toda envidia y resentimiento.
El hombre que no examina cada día en su interior lo que debe hacer, lo que debe imitar,
lo que debe aconsejar, y lo que debe reprochar, no hará nada bueno en su vida.
Cuando permanecen muchas personas reunidas durante todo un día, no todo lo que se comenta
es justo y equitativo. Es muy frecuente se hable sobre cosas vulgares y que abunden las
conversaciones necias.
El noble no da crédito a las palabras por la sola autoridad de quien las pronuncia;
tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona ignorante.
La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados propósitos.
Cuando la muchedumbre desprecia a alguien, debéis examinar con objetividad su conducta
antes de emitir vuestra opinión. También cuando la multitud aclama a alguien, es preciso
contemplar con imparcialidad sus obras antes de aprobarlas.
El hombre puede ensalzar las excelencias de la virtud, pero la virtud no puede
proporcionar prosperidad y fama al hombre.
Sólo puede ser calificado como " vicioso " el que comete un acto deshonroso y
no se corrige.
El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega obstinación a su criterio.
Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de razas ni de categorías.
Las palabras han de expresar con fidelidad nuestro pensamiento.
Los ministros de un príncipe virtuoso deben evitar tres faltas: la petulancia,
consistente en hablar cuando nadie les ha pedido su opinión; la timidez, que consisten no
atreverse a expresar su opinión cuando se les invita a ello; y la imprudencia, que
consiste en hablar sin haber observado antes el estado de ánimo del príncipe.
Sólo los hombres de profunda inteligencia y los necios de mente más obtusa permanecen
invariables.
Si se mata una gallina, ¿Para qué utilizar un cuchillo, que sirve para matar bueyes?
Si respetáis vuestra propia persona y a todos nuestros semejantes, nadie podrá
despreciaros; si sois generosos, os ganaréis el afecto del pueblo; si sois sinceros,
nadie desconfiará de vosotros; si todos vuestros actos os aproximan al bien, vuestro
mérito será grande; el amor a los hombres es la mejor arma para gobernar con eficacia.
Aún las profesiones más humildes son dignas de respeto.
Puede calificarse como " amante del estudio " quien cada día adquiere un
conocimiento nuevo, y cada mes retiene lo que ha aprendido.
No os avergoncéis de preguntar para resolver vuestro dudas, y meditad las respuestas que
os hayan sido dadas.
Los hombres vicioso procuran disimular sus faltas con apariencias de honradez.
Basta una sola palabra acertada del noble para que se le considere entendido sobre una
cosa, pero también basta que cometa un solo error para que se diga que no sabe nada. Por
consiguiente, el noble debe vigilar mucho sus palabras.
El buen gobernante debe ser generoso sin caer en la prodigalidad; debe cobrar los
impuestos suficientes para llevar una vida digna, sin caer en la codicia; su porte debe
ser digno y grave, sin dejarse llevar por una vana ostentación; debe tener autoridad, sin
que su mando sea despótico; debe exigir con cautela la colaboración del pueblo en los
trabajos públicos, para no suscitar su resentimiento.
Realizar cuanto sea para el bien común, ¿No es ésta la mejor forma de generosidad?
Desear únicamente las riquezas necesarias para la práctica de las virtudes propias de su
dignidad, ¿Puede esto llamarse "codicia?" Si sus propiedades particulares no
son demasiado grandes ni demasiado pequeñas, si se ocupa de los asuntos que no son ni muy
importantes ni muy insignificantes, si se mantiene a cierta distancia de los hombres sin
despreciar a nadie, ¿No es esto la dignidad exenta de orgullo? Si cuida su aspecto
exterior, si es equilibrado y ecuánime en todos sus actos, el pueblo entero lo respetará
sin experimentar temor, ¿No consiste en esto la autoridad libre de despotismo? Si sólo
utiliza el trabajo de los súbditos para realizar lo que es razonablemente necesario,
¿Quién podrá experimentar resentimiento?
Los cuatro vicios relativos al gobierno son los siguientes: no instruir al pueblo y
ocultarse la verdad, lo cual recibe el nombre de " tiranía "; exigir una
conducta perfecta a todos los ciudadanos sin informarles previamente sus obligaciones, lo
que recibe el nombre de " opresión "; no tener prisa en dar las órdenes y
pretender luego que se cumplan en el acto, lo que representa una grave injusticia; buscar
siempre el propio provecho, lo que recibe el nombre " egoísmo ".
Cuarto Libro Clásico
Si la ganancia o el provecho se anteponen a la justicia, los súbditos nunca estarán
satisfechos y el príncipe se hallará en un peligro constante.
Si los hombres con canas pueden cubrirse con vestidos de seda y comer carne, si los
jóvenes de negros cabellos dejan de padecer hambre y frío, la vida del reino será
próspera. No ha existido ni un solo príncipe que obrando así haya dejado de alcanzar
autoridad sobre su pueblo.
Si un rey no gobierna con rectitud, es decir, si no colma de beneficios a su pueblo, es
porque no quiere y no porque no pueda.
Si un príncipe se entristece por las desgracias de su pueblo, los súbditos también
sentirán pesar por las tristezas de su príncipe. Si el príncipe se alegra con la
felicidad de su pueblo, y hace suyas las penalidades de sus súbditos, no tendrá
dificultad alguna en su gobierno.
Si tú amas con locura las riquezas, no debes hacer otra cosa que compartirlas con el
pueblo.
Lo que hacen los gobernantes es luego imitado por el pueblo. No puedes, por consiguiente,
acusar ahora al pueblo de su proceder ni condenarle por ello, pues ha imitado lo que
había aprendido de su príncipe; ha devuelto que se le había dado.
El noble que pretende fundar una dinastía no aspira a ser elevado a la dignidad Imperial,
sino que se limita a preparar el camino para sus descendientes; si la voluntad del cielo
le es propicia, será elevado el mismo a la suprema dignidad.
La sabiduría y la prudencia de nada sirven si no se presenta una ocasión propicia; los
buenos arados nada pueden por sí solos, si no se presenta una estación favorable.
Es preciso obrar con rectitud sin pensar en las consecuencias. No debemos omitir el
cumplimiento de nuestros deberes, ni realizarlos antes de tiempo.
Quien pretenda someter a los hombres por la fuerza de las armas no alcanzará la sumisión
de sus corazones; por esto, la violencia nunca es suficiente para dominar a los hombres.
Quien conquista a los hombres por la virtud, consigue que todos se sometan a él sin
reservas y con corazón alegre.
Las desgracias, al igual que la fortuna, sólo llegan cuando las hemos buscado con
nuestros actos.
Cuando el cielo nos envía calamidades, podemos superarlas; cuando las hemos buscado
nosotros mismos, sucumbiremos ante ellas.
Quien no haya sentido nunca compasión hacia los demás no es en verdad un hombre, tampoco
puede ser considerado verdadero hombre quien jamás haya experimentado los sentimientos de
vergüenza y aversión; el que no posea los sentimientos de abnegación y respeto no puede
ser considerado verdadero hombre; quien no distinga lo verdadero de lo falso, lo justo y
lo injusto, no es un hombre.
Nada es más digna de admiración en un hombre noble que el saber aceptar e imitar las
virtudes de los demás.
Lo que hagáis, a vosotros os pertenece; yo sólo debo responder de mis propios actos.
Para la defensa de un reino no son suficientes ni las fortificaciones que se construyan,
ni los obstáculos naturales que representan las montañas y los ríos, ni la abundancia
de armas. La mejor defensa de un reino consiste en la decidida voluntad de sus habitantes,
la cual se conquista mediante un gobierno humanitario y justo.
Quien ocupa un cargo público y no puede cumplir con sus obligaciones debe dimitir.
Si un medicamento no altera el organismo del enfermo, tampoco producirá la curación.
No puede ser bueno quien sólo piensa en acumular riquezas; no puede ser rico quien sólo
piensa en practicar el bien.
Si los maestros enseñan con claridad los deberes a todos los ciudadanos del reino, estos
vivirán entre sí en concordia y armonía.
La generosidad consiste en repartir las riquezas entre los necesitados; la rectitud
consiste en buscar el camino del bien a los descarriados; la bondad es la virtud que debe
poseer el emperador para ganarse el afecto de todos sus súbditos.
En este mundo sólo se pueden seguir dos caminos: el del bien o el del mal; no existe otra
posibilidad.
Los reinos pequeños imitan a los poderosos, pero se avergüenzan de recibir órdenes de
ellos y no quieren acatarlas.
Los reinos perecen a causa de su interna descomposición antes de que los demás reinos
los ataquen.
Buscáis el camino recto a lo lejos y lo tenéis junto a vosotros. Creéis que el bien
consiste en la realización de cosas difíciles, cuando no es más que realizar con
rectitud las cosas fáciles.
Cuando se emprenden guerras para conquistar nuevos territorios, los campos quedarán
cubiertos por los cuerpos de las víctimas.
No puede pensarse en ningún mal mayor que en la pérdida del mutuo afecto y cariño entre
padres e hijos.
Hay hombres que tienen fama de grandes creadores porque nunca nadie les ha refutado sus
endebles argumentos. Uno de los principales defectos de los hombres consiste en pretender
erigirse en modelo de los demás.
Las normas de conducta son inmutables, todos los Santos han obrado de conformidad con sus
principios.
Cuando el príncipe empieza a imponer castigos a sus funcionarios sin que hayan cometido
delito alguno, los ministros prudentes se apresuran a abandonar el reino.
Si el príncipe es justo, nadie será injusto; si el príncipe es bondadoso, nadie será
cruel.
Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder evitarlo y entregarse a la práctica
del bien.
Quien divulga las acciones viciosas de sus semejantes construye su propia ruina.
El hombre noble conserva durante toda vida la ingenuidad e inocencia propias de la
infancia.
El hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se aferra fuertemente a ella y ya no
la pierde jamás; en cuanto ha perfeccionado al máximo la virtud adquirida, la guarda
cuidadosamente en su interior como fuente inagotable de energía.
Las palabras en sí mismas son inocuas, pero sus consecuencias pueden ser funestas si son
despectivas.
Quien ama a los hombres, es amado por ellos; quien los respeta es, a su vez, respetado.
Supongamos que habiéndose portar con nosotros de una forma descortés o grosera; si somos
prudentes, lo primero que debemos preguntarnos es si con anterioridad hemos cometido
alguna descortesía con dicha persona o si hemos sido injustos con ella; su actitud hacia
nosotros debe de tener algún fundamento. Caso de que lleguemos a la conclusión de que no
hemos cometido ninguna injusticia contra tal persona, sino que nos hemos mostrado siempre
con ella bondadoso y corteses, debemos seguir analizando las posibles causas de actitud
descortés o grosera. Si somos prudentes, debemos reflexionar si hemos cometido la menor
incorrección en nuestra conducta. En el supuesto de que tampoco hayamos cometido
incorrección alguna, entonces la descortesía o grosería del ofendido carece totalmente
de fundamento y el hombre prudente, ante tal situación, debe concluir: " este hombre
no es más que un extravagante y un necio; en nada se diferencia de una bestia, en cuyo
caso, ¿por qué debe preocuparme la actitud o actos de una bestia? ".
Gozar de prestigio y de consideración es una de las cosas que los hombres ambicionan con
más ardor.
El primer deber más importante de la piedad filial consiste en honrar a nuestros padres
como es debido. La mejor prueba de este amor a los padres consiste en procurarles el
sustento necesario.
No lo pudo hacer por medio de palabras, porque el Cielo no habla. El Cielo manifiesta su
voluntad a través de los méritos y buenas acciones de los hombres. Esta es la única
manera con que manifiesta su voluntad. El Cielo ve a través de los ojos del pueblo; el
Cielo oye a través de los oídos del pueblo.
El Cielo gobierna los acontecimientos del mundo sin ser visto; esta acción oculta del
Cielo es lo que se llama " El destino ".
Jamás he oído que un hombre que no actuara con rectitud lograse enderezar a los demás.
Menos aún podría lograr que los demás fueran sinceros quien observara un comportamiento
hipócrita.
Los ministros se conocen por las personas a quienes acogen en su casa cuando están en la
corte, y por las casas en que se alojan cuando están fuera de ella.
Para que pueda trabarse una verdadera amistad, es preciso prescindir de la superioridad
que puedan otorgar la edad, los honores, las riquezas o el poder. El único motivo que nos
debe incitar a la amistad es la búsqueda de las virtudes y el mutuo perfeccionamiento.
El superior debe honrar y respetar la sabiduría de sus súbditos, y el inferior debe
mostrarse respetuoso y cortés con sus superiores, en atención a la dignidad que
ostentan; respetar la dignidad y honrar a los sabios son dos manifestaciones de un mismo
deber.
Quien para permanecer fiel a sus principios rechaza ser elevado a una condición honrosa
permanece feliz aún sin honores. Quien para no apartarse del recto camino rechaza unas
rentas permanece gozoso en su pobreza.
La naturaleza humana no es ni buena ni mala. Según esto, la bondad o malicia de los
hombres es algo posterior a la propia naturaleza humana en su origen. Si el hombre posee
la capacidad de obrar, es necesario que poseía también una norma para dirigir sus actos.
Si el supremo bien del hombre consistiera en conservar la vida, no haría otra cosa que
dedicarse a descubrir y practicar todo aquello que pudiera prolongarla. Si el más temible
mal del hombre fuera la muerte, investigaría y practicaría todo lo que pudiera alejar o
evitarle este mal. Hay cosas que amamos más que la vida, así como hay otras más
temibles que la muerte; éste es un sentimiento común a todos los hombres.
El camino recto es como una ancha avenida; no es difícil encontrarlo cuando se busca,
pero los hombres no se esfuerzan por descubrirlo.
Cuando el sabio toma una determinación, es imposible que el pueblo penetre en los
verdaderos motivos de la misma. Cuando un príncipe se ve rodeado por hombres perversos,
aduladores y servirles, ¿Acaso puede gobernar con acierto y eficacia?
Cuando el Cielo quiere conferir a alguien una difícil misión, antes pone a prueba la
fortaleza de su ánimo y el equilibrio de su mente con las dificultades de una vida dura;
fatiga sus músculos y todo su cuerpo con rudos trabajos, que ponen a prueba su
resistencia; mortifica su carne y su piel con los rigores del hambre y del frío; les
somete a las mayores privaciones de la miseria; determina que no tengan éxito en sus
empresas para que se enfrenten con el fracaso. De este modo, el cielo estimula sus
virtudes, fortalece su cuerpo y les hace aptos para afrontar las dificultades con que
tropezarán en el cumplimiento de su alta misión. La dificultad es lo que más estimula
al hombre a vencer sus deficiencias y superarlas. Sólo cuando se han padecido toda clase
de privaciones y trabajos, sólo cuando se ha visto el rostro de la miseria, sólo
entonces es posible conocer a fondo la naturaleza humana.
El hombre cumple la voluntad del Cielo cuando se esfuerza en perfeccionarse a sí mismo.
Si buscáis encontraréis, si sois negligentes lo perderéis todo. El que busca lo que
está en su interior lo descubrirá y lo alcanzará; el éxito de esta búsqueda es
seguro, una ley invariable garantiza la adquisición de lo que se busca. Si, por el
contrario, buscamos lo que está fuera que nosotros, todos los esfuerzos resultarán
infructuosos.
El origen de todas las acciones se encuentra en el interior de nuestro ser. Si
reflexionando sobre nuestros propios actos descubrimos que son conformes con nuestra
naturaleza racional, experimentaremos la más intensa satisfacción.
El hombre no puede dejar de arrepentirse de sus faltas. Si una sola vez se arrepiente de
no haberse arrepentido de sus faltas, ya no volverá a tener motivos de arrepentimiento.
El pueblo no valora el mérito de un buen gobernante. El buen gobernante encamina al
pueblo hacia el bien con su sola presencia su acción es oculta e imperceptible como la de
los espíritus. El influjo de su virtud se hace sentir por todas partes, como el de las
sutiles fuerzas del cielo y de la tierra. La influencia de un buen gobernante no tiene
límites.
Los ejemplos de bondad penetran con mayor profundidad en el corazón de los hombres que
las buenas palabras; es más fácil obtener el afecto del pueblo obrando con rectitud y
aconsejándole rectamente, que mediante una administración eficaz y unas leyes justas. El
pueblo desconfía de las leyes y de la administración; el pueblo ama los buenos ejemplos
y los acertados consejos. Con unas leyes justas y una administración eficiente, se
consigue aumentar las rentas del reino; con buenas enseñanzas y buenos ejemplos, se
conquista el corazón de los súbditos.
Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen la prudencia.
Nadie debe comer sin habérselo ganado.
Los caminos del sabio son elevados e inasequibles. Sus actos pueden ser admirados, pero no
imitados.
El carpintero hábil no se hace torpe para poder ser imitado por cualquiera de sus
ayudantes.
Quien se abstiene de lo que no debiera abstenerse es mejor que se abstenga de todo; el que
trata con frialdad a quienes debiera tratar con ternura acabará tratando con frialdad a
todo el mundo; quienes avanzan precipitadamente también retrocederán con la misma
precipitación.
Es preferible desconocer los libros históricos, que aceptar incondicionalmente cuanto en
ellos se refiere.
Dar muerte a un pariente próximo de otro hombre es el crimen que más funestas
consecuencias provoca.
Yo no hago el menor caso de las murmuraciones y críticas de los hombres.
Para que nuestras palabras estén siempre conformes con la equidad, es preciso evitar la
excesiva familiaridad con quienes nos rodean; él mutuo respeto es la mejor defensa contra
las palabras descorteses y groseras. Si el hombre culto habla cuando debería callar,
todos quedan perplejos ante sus palabras; si, por el contrario, el hombre culto calla
cuando debería hablar, todos quedan desconcertados ante su silencio.
Las mejores palabras son aquellas que encierran un profundo significado y, al mismo
tiempo, resultan comprensibles para todo el mundo.
El mayor defecto de los hombres consiste en preocuparse arrancar la cizaña de los campos
ajenos, descuidando el cultivo de sus propios campos.
El mejor medio para alcanzar las virtudes de la justicia y la equidad consisten en dominar
las pasiones. Quien se deja dominar por las pasiones es muy difícil que obre con justicia
y equidad.
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